La IA cruza la frontera de la intimidad sin que la humanidad haya conseguido entenderla

La IA cruza la frontera de la intimidad sin que la humanidad haya conseguido entenderla

Desde asistentes virtuales capaces de detectar tristeza en la voz hasta bots diseñados para simular el calor de un vínculo afectivo, la inteligencia artificial (IA) está cruzando una frontera más íntima. El fervor que despierta la IA avanza sobre un colchón cada vez más denso de preguntas que nadie termina de responder. Y pese a que tiene el potencial de reducir la burocracia o predecir enfermedades, los grandes modelos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés) que son entrenados con datos en múltiples formatos —texto, imagen y voz— están siendo capaces de algo más inquietante: pueden comportarse como si comprendieran los sentimientos humanos.

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