“Tenemos que ser transparentes cuando no hay grandes pruebas”, dice Amy Orben, psicóloga y líder de un grupo de salud mental y tecnologías digitales en la Universidad de Cambridge. Quizá el mayor problema que afecta a la ciencia en relación con las nuevas tecnologías hoy es la falta de conclusiones que permitan responder con certeza a las preguntas que la sociedad se hace sobre los móviles, las redes y la inteligencia artificial (IA): “Es difícil afrontar la posibilidad de que se exagere la evidencia [de esa relación], aunque se haga pensando que así van a mantener más seguros a los niños”, añade Orben.
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